Si te gusta el senderismo y descubrir lugares únicos, el Geosendero de la Pizarrilla te llevará a descubrir Baños de la Encina desde una perspectiva diferente, mostrando la importancia geológica de la Falla de Baños de la Encina.
A diferencia del Sendero de Bronce de Baños de la Encina, que te traslada a otra época, el Geosendero de la Pizarrilla te ofrece un itinerario autoguiado de interpretación geológica y carácter periurbano. Podrás descubrir una gran variedad de rocas, suelos y paisajes junto al importante patrimonio etnográfico y monumental, ya que la ruta, circular, discurre por el extrarradio de Baños de la Encina.
El Sendero Temático La Pizarrilla o Geosendero de Baños de la Encina, único en Andalucía, es un proyecto que surge para realizar un itinerario específico para poner en valor la importancia geológica de la falla. Se puede observar casi la totalidad de la historia geológica, de hecho, las fases más antiguas tienen alrededor de 600 millones de años.
¿Estás preparado para la aventura?
La ruta por el Geosendero de la Pizarrilla de Baños de la Encina te mostrará diferentes estructuras geológicas, como pliegues (en las pizarras), diaclasas y fallas; rocas plutónicas (dique de granito), y contactos litológicos de interés, como el encuentro entre las pizarras plegadas y los estratos de areniscas horizontales.
Pero también encontrarás viejos ingenios, como pozos y alcubillas, hoy convertidos en bellos espacios de uso público; huertas y huertos tradicionales… y hasta un alfar artesano.
Pero, con seguridad, una de las grandes bazas del Geosendero de la Pizarrilla es la diversidad de paisajes por los que discurre y las diferentes panorámicas que ofrece del caserío bañusco, declarado Conjunto Histórico Artístico en 1969.
El recorrido comienza junto a la Casa del Pueblo, edificio anecdóticamente edificado con parte de los sillares de arenisca que formaban la vieja iglesia de Santa María del Cueto. El lugar de inicio, señalado mediante un enorme mojón de piedra, apenas dista 200 metros del Punto de Información Turística.
Tomando el Camino de la Cueva de la Mona, por las faldas del Cerro del Cueto sobre el que se asienta el castillo de Baños. A la derecha, sobre la cola hídrica del Rumblar, la vista nos ofrece una abierta panorámica dominada por suaves lomas de pizarra que se suceden hasta romper contra el macizo granítico del Navamorquín que cierra el horizonte.
Por la izquierda, la Cueva de la Mona, cuya verdadera denominación es de “La Niña Bonita”, frente a ella, ya en el piedemonte, a modo de una alargada y gigantesca cicatriz, nos aparece la “Rafa minera del Polígono – Contraminas”.
Una y otra son firmes testimonios del pasado minera de la zona. La segunda consta de un complejo formado por mina a cielo abierto laborado ya desde la Edad del Cobre -hace más de 4000 años- (azurita y malaquita), cantera de arenisca y pozos mineros de los siglos XIX y XX (galena argentífera).
Seguimos de frente, ahora sobre la traza del “Camino Cascarrillo”, otrora Real de Castilla, que nos acerca al encuentro del “Pozo de la Vega” dejando atrás y a nuestra izquierda “La Casa Vilches” que, claramente decadente, exhibe restos de un molino aceitero.
Aquí podrás ver un pozo y brocal de piedra, “babero” pétreo de excelente factura y piletas de arenisca y granito. Un conjunto etnográfico de tintes casi monumentales. A poco que reanudamos el trayecto nos adelanta que estamos arribando a las tierras con mayor presencia de agua y mejores rendimientos agrícolas: la huerta bañusca.
Un recio muro viene a recibirnos por nuestra izquierda presagiando la presencia de la Huerta Zambrana, posiblemente la mejor representación de este tipo de paisaje cultural autóctono.
De nuevo en camino, con una panorámica general de pueblo a nuestra izquierda en nuestro trayecto se cuela entre dos viejos edificios: a la izquierda la tradicional fábrica de aceite de Jesús del Camino y, a la derecha, una vieja empresa de envasado de aceitunas tornada a una ya decadente fábrica y torre para la elaboración de perdigones de plomo.
Tomando dirección a Baños, coge el desvío que a la derecha para llegar al santuario de la Virgen de la Encina a través del Camino de Majavieja (en el giro, a la izquierda quedará el Pozo Nuevo, un conjunto etnográfico que en nada desmerece al del Pozo la Vega).
A poco, nos vemos obligados a girar a la izquierda por un corto trayecto que discurre entre el olivar para incorporarnos al Cordel de Guarromán, que viene encorsetado entre dos bellos muros o bardales de pizarra.
Ahora es el momento de hacer una parada para conocer la bellísima noria que queda a nuestra derecha, “la del descolorío”, que se alza sobre una hermosa galería que penetra horadando el manto de pizarra del paraje de la “Zalá” o Celada.
Según avanzamos sobre la empinada cuesta, a nuestra izquierda va levantándose una magnífica panorámica de la Depresión, con la campiña hilvanada de olivar en primer término .El ascenso, escoltado a nuestra derecha por grandes losas o lajas de pizarra, nos lleva ya en la ceja a la mesa de areniscas sobre las que se sitúa el pueblo, más concretamente al paraje denominado “Calvario Viejo”, una meseta formada hace más de 200 millones en un ambiente fluvial, hoy un antiguo solar de eras empedradas con ripios de arenisca, que aún intentan asomar muy tímidamente de entre el desuso.
Sobre el camino, giramos a la derecha para encarar el camino de la Alcubilla que atraviesa de pleno el dique de granito que corre parejo al arroyo del mismo nombre y que nos guiará en nuestros próximos pasos.
Hace 300 millones de años, tras el plegamiento de las pizarras, un material fundido, ígneo, ácido, es decir, con elevado contenido en sílice (magma ácido) ascendió a través de una superficie de debilidad subvertical en las pizarras (una fractura o diaclasa) desde una cámara magmática. El material fundido se enfrió lentamente bajo la superficie topográfica cristalizando los minerales componentes del granito. El desmantelamiento por erosión de las pizarras que cubrían el dique granítico dejaron al descubierto el cuerpo granítico que quedó expuesto en superficie a las condiciones atmosféricas. Hoy podemos apreciar como en un mar de pizarra aparecen pequeños reductos de bolos y canchales rojos, formando un paisaje de aspecto desordenado y belleza extrema que tiene continuidad en la vecina “Piedra Bermeja”.
Tras superar en descenso “La Piedra Escurridera”, un elemento natural con unos tintes etnográficos sobresalientes, nos dejamos caer al “Pocico Ciego”, ingenio hídrico que aprovecha el encuentro entre los quebrados pliegues de la pizarra y el dique emergente para abastecer sus veneros de agua.
El camino, que discurre entre un bosque cerrado de pinos y algunos eucaliptos, donde el matorral mediterráneo ya tiene una mayor presencia (distintas variedades de jara, romero, cantueso, mejorana, retama, etc.), surcamos por el corazón del dique de granito rojo que exhibe su mayor belleza en el paraje de “Piedras Bermejas”.
El tramo final nos acerca al llano del Santo Cristo, lugar donde antaño estaba la mayor concentración de canteras de arenisca, hoy ocultas bajo el asfalto de la modernidad.
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